Presentan libro que analiza la economía desde una perspectiva feminista

La vida como prioridad antes que el desarrollo inescrupuloso de los mercados es núcleo del libro que presenta el Centro de Documentación y Estudios (CDE) el viernes 29 de noviembre, a las 19:00, en el Gran Hotel del Paraguay. La publicación lleva por título “Luchas y alternativas para una economía feminista” y reúne un variado conjunto de artículos académicos escritos por destacadas intelectuales de la región. La compilación estuvo a cargo de Patricio Dobrée y Natalia Quiroga Diaz, coordinador y coordinadora del Grupo de Trabajo de “Economía feminista emancipatoria” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).

Los textos reunidos en este libro tienen su origen en un seminario internacional que llevó el mismo nombre realizado en Asunción en 2017. Esta actividad académica y la publicación posterior de las ponencias allí presentadas fueron coordinadas por el Centro de Documentación y Estudios, la Articulación Feminista Mercosur (AFM) y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología - CONACYT con recursos del FEEI, la Unión Europea, el Fondo para la Igualdad de Género de ONU Mujeres, We Effect, Diakonia y Oxfam.

La presentación del libro estará a cargo de Lucía Delbene Lezama, una de las referentes actuales del movimiento ecofeminista de la región. El acceso es libre.

Una economía centrada en la vida
La economía feminista es una disciplina originada en los años setenta, que combina la producción de conocimiento académico con la militancia social. Su programa de trabajo plantea una interpretación de la economía centrada en los procesos de sostenibilidad de la vida, lo cual significa reconocer y valorar la esfera de la reproducción como el ámbito donde se generan las condiciones esenciales para el bienestar humano. Desde esta perspectiva, propugna la importancia de tipos de trabajo que resultan invisibles y menospreciados por la economía ortodoxa como el trabajo doméstico, los cuidados y la protección de la naturaleza.

El andamiaje teórico de la economía feminista se sustenta en la idea de que cualquiera de las estructuras de la vida social, incluidas las que forman parte de la esfera de la producción, no podrían funcionar sin una base de trabajo reproductivo que asegure el bienestar cotidiano de las personas. Esas labores son realizadas principalmente por mujeres sin recibir reconocimiento ni remuneración a cambio, convirtiéndose para ellas en un factor de exclusión y desigualdad. De esta manera, las sociedades contemporáneas se organizan estableciendo un sistema de jerarquías donde la producción y la acumulación del capital se sustentan en mecanismos de opresión que operan sobre la población femenina.

La economía feminista es particularmente crítica de las escuelas de pensamiento neoliberal que predominan en numerosos centros académicos de la región. El neoliberalismo propicia un modo de acumulación que obtiene su fuerza y se expande a partir del despojo de recursos y territorios y de la destrucción de la naturaleza. Para lograr este fin, promueve políticas que debilitan y limitan la capacidad de intervención de los estados mediante la imposición de planes de austeridad, el incremento de la deuda pública y la configuración de raquíticos sistemas tributarios, entre otras medidas que impactan negativamente en el plano de la reproducción social, transfiriendo a los hogares la responsabilidad de asegurar el bienestar de sus miembros a partir de un incremento del trabajo no remunerado a cargo de las mujeres.

La propuesta política del feminismo entonces consiste en plantear un cambio estructural del sistema. La crisis multidimensional (financiera, laboral, demográfica, ecológica, etc.) que enfrenta la sociedad global demanda un posicionamiento ético-político claro a favor del sostenimiento de la vida y del cuidado de la naturaleza, reconociendo la condición de inter y ecodependencia que caracteriza a la especie humana. Es por eso que la economía feminista sostiene que el sistema ya no puede girar exclusivamente en torno a los mercados y que resulta urgente identificar nuevas formas de convivencia y de satisfacción de necesidades basadas en la noción de lo común y el valor de la reproducción.

¿Quiénes escriben?
Los artículos contenidos en este libro fueron escritos por un grupo de reconocidas intelectuales feministas. La mayor parte de ellas forma parte del Grupo de Trabajo “Economía feminista emancipatoria” de CLACSO.

Entre estas autoras, se encuentra la escritora y profesora Silvia Federici, quien visitó Paraguay en dos oportunidades, convocando a un amplio público de personas interesadas en su producción intelectual. En su obra más reciente, “El patriarcado del salario”, Federici analiza la manera en que el salario familiar introducido en Europa a finales del Siglo XIX representa un dispositivo disciplinario para los obreros que se desempeñan en las fábricas y para las mujeres que permanecen recluidas en el hogar bajo la figura del ama de casa, quienes pasan a depender de los ingresos del hombre. En este libro, Federici concentra su crítica en el marxismo, el cual desestimó las opresiones de género anteponiendo los conflictos de clase.

Otra autora que participa en la publicación es la doctora Mercedes Olivera Bustamante. Esta reconocida antropóloga mexicana dedicó gran parte de su trabajo intelectual a estudiar las desigualdades de género en las poblaciones campesinas e indígenas en el sur de México. Además, Olivera Bustamante militó activamente en el movimiento zapatista que en la década de los noventa enfrentó el sistema político de raigambre neoliberal en la región de Chiapas.

El libro también incluye artículos de la doctora Amaia Pérez Orozco, economista española autora de “Subversión feminista de la economía”, quien sitúa el debate en el conflicto fundamental que se da entre el capital y la vida, y de Natalia Quiroga Diaz, coordinadora académica de la maestría en Economía Social de la Universidad de General Sarmiento (Argentina), que interpreta los procesos actuales que experimenta la región desde una perspectiva decolonial.

Estos trabajos se encuentran acompañados por los aportes de otras destacadas intelectuales como Virginia Vargas, Corina Rodríguez Enríquez, Ana Felicia Torres, Alba Aguinaga, Anne-Gaël Bilhaut, María Arcelia González Butrón, Josefina Cendejas, Ana Patricia Castillo, Norma Vasallo, Lilian Celiberti, Mauricio Arellano, Astrid Agenjo y Line Bareiro, además de Patricio Dobrée.

Breve perfil de la presentadora del libro
Lucía Delbene Lezama es, originalmente, ecologista.  Se recibió de bióloga en el 2010, y realizó una especialización en gestión de áreas naturales en el 2012. Sin embargo, experimentó una incomodidad creciente respecto al modo de acción académico científico y  ante su capacidad de generar impacto real en la conservación. En su búsqueda, comenzó a trabajar en Ecología Social en el 2012  y, desde el 2014, en las teorías ecofeministas con las que se identificó y encontró un nicho desde donde entiende que sus acciones encuentran mayor sentido. Desde entonces, Lucía se ha dedicado a esto, profundizando sus estudios en ambas disciplinas y realizando una maestría en género y otra en ecología. Hoy entiende que los reclamos que se realizan desde los feminismos y desde los ecologismos van de la mano y, en consecuencia, hoy se define como ecofeminista.  Desde su militancia  es  co-fundadora del Colectivo Ecofeminista Dafnias en Uruguay, ha participado en diversas charlas en la región, Estados Unidos y Alemania, organizado cursos y talleres y realizado varias publicaciones. 

Algunas frases relevantes de las autoras
Silvia Federici: “La tarea más importante es recuperar formas más cooperativas y comunitarias de la reproducción social. La producción del común empieza con la creación de actividades reproductivas compartidas, que dejan de aislarnos”.

Virginia Vargas: “Es una disputa entre una concepción de la vida desde parámetros capitalistas y una mirada desde la defensa de la vida «que merece ser vivida», disputa contrahegemónica que expresa nuevas búsquedas para enfrentar la dramática situación actual en relación a la continuación de la vida humana y la sobrevivencia del planeta”.

Amaia Pérez Orozco: “La ganancia siempre se ha hecho en base a la depredación ecosistémica y, ahora más que nunca, siendo el (neo) extractivismo una clara materialización de este conflicto. El capitalismo está en conflicto estructural con la vida del planeta, es inherentemente ecocida”.

Corina Rodríguez Enríquez: “La desigualdad se agrava cuando los es­tados son más débiles y la institucionalidad es más frágil, y los espacios para accionar políticas públicas se ven limitados. La desigualdad se profundiza con la segmentación de los merca­dos laborales y cuando la interseccionalidad adquiere mayor relevancia, esto es, allí donde hay más prevalencia de pueblos originarios, grupos raciales y étnicos, población rural, etcétera”.

Natalia Quiroga Diaz: “La contrapo­sición del mundo de las ganancias frente al mundo del trabajo permite pensar en una economía centrada en las condiciones de reproducción, sobre todo cuando una parte mayoritaria de la población no encuentra posibilidades de vivir dignamente desarrollando sus capacidades de trabajo”.

Ana Felicia Torres: “Nosotras pensamos en otra vida posible para las mujeres. A esa otra vida posible para las mujeres la relacionamos con el buen vivir, con el vivir bien, con la vida digna”.

Alba Aguinaga y Anne-Gaël Bilhaut: “Las mujeres indígenas amazónicas tienen un profundo conocimiento de la biodiversidad de la selva y guardan estos saberes ancestra­les como parte de la resistencia cultural de los pueblos”.

Arcelia González Butrón y Josefina Cendejas: “Si bien la desigualdad extrema afecta a la mayoría de las per­sonas, tiene un enorme impacto en las vidas de las mujeres, sobrerrepresentadas en los sectores con peores salarios y que sufren mayores niveles de discriminación en el ámbito laboral y asumen la mayor parte del trabajo de cuidados no remune­rado”.

Mercedes Olivera Bustamante: “El ocultamiento y la enajenación del valor del trabajo de las campesinas indígenas y no indígenas se extien­den a la mayor parte de los trabajos que realizan para la sobrevivencia familiar, entre ellos las artesanías y la producción de alimentos que preparan y venden local­mente de puerta en puerta (venta de frutas, hierbas, plantas medicinales, tostadas, tamales, dulces, etc.) o en la tiendecita a la entrada de sus casas, para obtener algún dinero que ahora, junto a las “ayudas” del gobier­no, son el principal ingreso familiar”.

Ana Patricia Castillo: “La naturaleza patriarcal de la estructura agraria en nuestro continente es el reflejo del largo proceso de formación de la propiedad privada de la tierra, que en la historia de larga du­ración se entreteje con formas de opresión y exclusiones que están en los cimientos coloniales de la explotación racista y clasista sobre los que se erigen las sociedades modernas en la hoy llamada América Latina”.

Lilian Celiberti: “En el escenario de los espacios, ciudades y barrios que habitamos es cada vez más imprescindible preguntarse cuánto necesitamos realmente para vivir, para avanzar en el desarro­llo de una nueva economía ecológica que permita disminuir la materialización de la producción, volver a introducir trabajo humano y producir lo necesario con la menor cantidad de energía, el menor consumo de agua y la menor contaminación posible”.

Astrid Agenjo: “La crisis lleva a una reasignación de responsabilidades reproductivas y, ante ello, las relaciones de cuidados se configuran como fuente de estabilización social, lo cual tiene un impacto de género fundamental ya que, para suplir las carencias del resto de esferas de actividad, se produce una intensificación del tiempo de trabajo de cuidados no remunerado en el ámbito de los hogares y un redi­mensionamiento de la división sexual del trabajo”.

Line Bareiro: “Este tipo de conflictos afecta a la reproducción, a la pro­ducción; afecta a la calidad de vida, afecta a la construcción institucional, afecta a las políticas públicas, afecta absoluta­mente a todo, y afecta a la academia también. La academia no está fuera de ese circuito político-económico y cultural”.
- Advertisement -